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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Aquellas navidades

navidad, tradiciones, Feliz navidad, niño dios
Acercándonos a estas fechas tan ajetreadas de consumo, vamos a tocar el tema de como se celebraba la Navidad y el Año Nuevo hace algunas décadas atrás y recordar esos tiempos donde gran parte de las labores eran manuales y en familia; este tema lo vamos a separar en partes para que no se nos haga muy extenso.

Pensar en Navidad era un motivo de intensa conmoción emocional para cualquier criatura, porque ajenos a los compromisos de la actualidad, los habitantes de Guayaquil, más apegados a las tradiciones y a la vida del hogar, preparábamos el ánimo y el ambiente, de muy distinta manera a la que solemos hacerlo en el presente.

La carta y el nacimiento
Al comenzar diciembre, los pequeños nos poníamos a escribir la carta al Niño Dios, porque nos habían enseñado que los cristianos celebramos la natividad de nuestro Salvador y nada tenía más importancia en tales fechas como la conmemoración de este hecho especial que hace 20 siglos cambió el curso de la historia.

Ayudábamos a mamá, sacando cajas, comprando musgo, limpiando y remozando adornos. Poníamos el pequeño árbol de madera, forrando sus ramitas con papel celofán verde y azul con las cuales se coloreaban papeles de empaque abrillantados con purpurina para simular valles, montañas, quebradas y un cielo salpicado de estrellas recortadas de papel plateado de las cajetillas de cigarrillos Camel o Chesterfield.

Completaban la ingenua escenografía: casitas de barro o de cartón, soldados, pastorcillos, reyes magos, ángeles, corrales, laguna de espejo con patitos y la más variada fauna universal en torno al pesebre hecho con nuestras propias manos.

Por la noche, el conjunto iluminado ponía un halo divino que invitaba al tierno recogimiento y como al Niño Dios no le gustaban los chicos malos, desobedientes y peleones, ni los ociosos, desaseados y mentirosos, hacíamos lo posible por portarnos bien, sumando créditos para que nos lleven a la casa de los Parducci, donde el mejor Nacimiento de la ciudad quedaba expuesto para admiración de cuantos quisiésemos apreciarlo.

Los almacenes más elegantes también hacían el Nacimiento en las vitrinas. Y había un concurso de Belenes convocado por la Curia, así como representaciones teatrales alusivas a la ocasión. En el colegio de las monjas, cada grado tenía su pesebre, junto al cual cantábamos diariamente el Dulce Jesús mío, mi Niño adorado, Pastores venid y otros lindos villancicos mientras hacíamos avanzar a los magos y a los pastores.

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