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domingo, 21 de agosto de 2011

Las Carretillas



Ese mismo malecón que de día le confería Guayaquil su categoría portuaria de primer orden como figuraba en sus cartas náuticas del Pacífico americano, se mantenía en movimiento por la noche gracias al tránsito fluvial, a las conexiones del comercio internacional de importación y exportación, y a la existencia de las famosas carretillas.

Dicen que así comenzaron
Las labores de carga y descarga se efectuaban desde los buques anclados en medio río por acción de lanchones y remolcadores de potentes motores que transportaban cacao, café, balsa y para nuestro tiempo de la yapa, toneladas de guineo de seda que comenzaban a exportarse como banano "Gross Mitchel" con destino a otros continentes donde su calidad era reconocida sin reservas como la más exquisita del mundo.

Cuadrillas de fornidos cargadores laboraban por turnos sucesivos y para reposición de fuerzas tenían siempre cerca los potajes criollos, preparados por expertos cocineros ambulantes con su fogón montado en la plataforma de esas carretillas que en el interior transportaban ollas, platos, vasos, baldes, bancos y cubiertos.

Un buen día, los nómadas comerciantes decidieron convertirlas en negocios permanentes. Les quitaron las ruedas para poder asentarlas en el suelo, las techaron y empezaron a arrimarlas discretamente en la orilla, donde nosotros las alcanzamos a disfrutar muy cerca de los muelles, desde la calle Diez de Agosto hasta Colón, cuando su pintoresca presencia ya era un símbolo tradicional que ponía la nota de alegría en la noche porteña, convidándonos a compartir todo lo bueno que ofrecían.

Chocolate y aplanchado
Saliendo del Teatro Olmedo, de las bodas, de las fiestas de graduación y de las quinceañeras; esperando pasajeros de los barcos grandes que fondeaban en Puná; despidiendo a la parentela o simplemente rematando el paseo familiar, nos acercábamos a las carretillas por que era imposible sustraerse a la tentación de sus aromas y sobre todo a la cálida atmósfera humana que de sus bancos irradiaban.

En ellas alternaban democráticamente la dama encopetada con el estibador, el banquero con el lustrabotas, la niña bien con la prostituta, que también lucía "muy bien". Los músicos bohemios con los poetas y los pintores. Libertad Lamarque con Nicasio Safadi; Carmen Amaya con Carlos Rubira Infante; Chabuca Granda con Patricia Gonzáles; los marineros del río con los campesinos recién llegados; los solitarios y los enamorados; las galladas de "9 de Octubre" y los buenos trompones del Astillero. Todos en amistosa algarabía.

Mientras las placas de hierro puro calentadas a la brasa (invento criollo precursor de la sofisticada sanduchera) planchaban literalmente a la palanqueta rellena, reduciéndola a lámina crocante de la cual salían hilachas de queso criollo mezcladas con jamón y el chocolate hirviente venía en grandes tazas de loza, endulzado y listo para servirse, quemando la lengua al primer sorbo. Después, aguado y seco de gallina, caldo sustancioso, arroz graneado y cocolón. ¡Qué potajes, señores, qué potajes!

Ni les dijimos adiós
Un mal improntu de aquellos que fueron volviéndose característicos de su ejercicio dictatorial, hizo que "el patán de noble corazón", como se auto denominaba un ex alcalde, sin raíces en el medio, arremetiera desde la recién captada alcaldía liquidando de un solo plumazo tan simpática tradición. Lo recuerdan?... Primero sacó de cuajo a las gasolineras y no contento con ello, en vez de normar por ordenanza la seguridad del sector, prohibió el funcionamiento de las populares carretillas, aduciendo que constituían focos perniciosos de desorden social por la presencia de delincuentes que empezaban a merodear en sus alrededores. No tuvimos el valor de defenderlas, conformándonos con los secos del Frigorífico. Y así se fueron las queridas carretillas, rodando por diferentes barrios. Unas tomaron forma de quioscos. Otras se convirtieron en feos comedores de las esquinas. El malecón se entristeció... La era del río estaba tocando a su fin... ¿Por qué no nos dimos cuenta de que volverle la espalda sería para los guayaquileños un histórico error?...
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