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sábado, 17 de septiembre de 2011

Asuntos del amor

amor, romance, noviosEl proceso de atracción hombre - mujer, gracias al cual se garantiza plena supervivencia de la especie, coincide con la etapa de mutaciones físicas y emocionales que cronológicamente marcan el paso de la pubertad a la adolescencia y desde que la humanidad evolucionó hacia niveles superiores, viene constituyendo el despertar de un estadio muy especial, reconocido por consenso universal con la palabra AMOR, síntesis perfecta de sensaciones, sentimientos e ilusiones compartidas, que vivimos intensamente y de un modo imposible de olvidar.

Por una mirada un mundoDe balcón a vereda, de recado en recado o mediante papelito entregado al disimulo, íbamos certificando las mutuas atracciones. Encuentros en el "Milko", en la kermesse del colegio, en fiestas que empezaban a las ocho de la noche y nunca pasaban de las doce, bajo la iluminación potente de lámparas encendidas y frente a los ojos fijos de dos o tres madres chaperonas infaltables en las reuniones juveniles. Así se gestaban los preámbulos que tomaban de uno a dos meses por lo menos.

Cogiditas de mano, boleros de de Gatica en una sola baldosa, serenatas románticas, acrósticos almibarados, poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, flres de pensamiento disecadas en el misal; hasta que, envalentonados por un vaso de sangría -única bebida que circulaba en tales reuniones- ellos desgranaban sus frases bien ensayadas al oído. Una declaración de amor que recibían como impacto directo al corazón, donde la sobrecarga de adrenalina los hacía sentir los mayores efectos, poniendo la emoción a ritmo de taquicardia, cuando al final de la pieza, tambaleantes buscaban asiento en un sillón, compartiendo con las amigas la íntima confidencia de esa ilusión inicial.

Déjame pensarlo. Yo te contesto
Porque aceptar el enamoramiento era algo serio y ninguna muchacha que se estimase podía precipitarse diciendo que sí en ese instante, la cosa seguía si trámite. En ese lapso, el aspirante nos visitaba, nos daba serenatas con Juan Cavero, Pepe Salcedo o Lucho Vargas. Llevaba regalitos a la futura "suegra", soportaba la compañía de los cuñaditos menores en los paseos, pagaba todo lo que les brindaba y traía saludos de su padre al de la cortejada, demostrando no ser un anónimo sujeto en la ciudad.

Besitos furtivos, abrazos apretados, matinée dominical sudando en el Teatro Olmedo, o en el 9 de Octubre, con los ventiladores dañados. Eso sí, una vez "amarrados", "los destrampes" de la última fila superaban a los tórridos besos entre Van Johnson y Esther Williams, sobre todo por lo prolongados y ruidosos que se volvían, cuando todos al mismo tiempo practicaban el arte de succionar boca a boca, casi sin intermedios para tomar aire antes de volver a comenzar.
Cuando los cortes del film nos sorprendían, al prenderse las luces, recién nos dábamos cuenta de que había más gente y de que era tiempo de volver al puesto, donde la tía y los hermanitos esperaban el sánduche que no llegaba y la cola para calmar la sed.

La petición y el noviazgo
Si el idilio continuaba sin objeción familiar, al finalizar el bachillerato, época en coincidencia con la etapa que las abuelas llamaban "edad de merecer", nuestras madres desplegaban sutiles estrategias que iban desde hacerle un queso de leche hasta -Mijito quédate a comer para presentarte a los tíos-.
El susodicho atrapado, sin derecho al pataleo, agradecía complacido diciendo que sí a todo con tal de prolongar los momentos de visita en los que la familia se turnaba para vigilar. Puesto que si era candidata a la percha una hija mayor de 20 años y sin novio, peor era casarla después de que hubiese metido la pata, noticia que se regaba como pólvora, prácticamente por toda la ciudad.
La petición de mano era sumamente formal. Las familias se ponían de acuerdo para el acto, intercambiaban discursos y luego exponían los méritos de los jóvenes, todos ellos "sin vicios y de ejemplar comportamiento" en el hogar. Más adelante venía el cambio de aros, con presentación de tíos, primos, abuelitos, cuñados y sobrinos de ambos bandos.

Enfilándose hacia el altar, la novia iba preparando su ajuar. Pedía su turno para el traje donde Gloria Coto y encargaba el bufet de las hermanas Reyes. El novio compraba el mobiliario, hablaba con el padre Cayetano y separaba la iglesia para la fecha escogida. No importaba si era después de un año. Todo se hacía paso a paso y con la debida seriedad, mientras los lazos afectivos se afianzaban junto con los conceptos de lealtad y mutuo amor.

En cuanto a los anticipos ¡Ná que ver! Por eso sería que eran tan populares la gorda Rosita y otras atentas chicas de las casas del placer y que en muchas ocasiones los novios apurados decidían escaparse a Pascuales, poniendo término al suplicio de la espera, luego de firmar el acta ante el teniente político de la pequeña población... Cosas que ahora harán reír a los acelerados galanes de hoy, enseñados a entenderse con su "carne" sin perder el menor tiempo, metiendo mano a la presa desde la primera ocasión.

Que las ceremonias sociales decadentes de la petición, el cambio de aros, estén actualmente en desuso, constituye un adelanto para otra generación. Pero que del romanticismo y la ilusión ya no se hable, podría constituir un atentado al valor de los sentimientos de los cuales solía nutrirse en otro tiempo el amor... O será que continuamos idealizando aquella dulce e inolvidable sensación?
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